miércoles, 3 de abril de 2019

Eduarda Mansilla de García: Escritos periodísticos completos (1860-1892). Marina L. Guidotti.

Por Fernanda Elisa Bravo Herrera
CONICET-ARGENTINA.


La publicación de la producción periodística de Eduarda Mansilla de García, comprendida entre 1860 y 1892, sea por el material reunido, sea por la labor de recuperación ejemplar de una producción periodística dispersa, es un aporte fundamental en los estudios de la literatura y del periodismo decimonónicos en la Argentina, que contribuye significativamente al rescate de Eduarda Mansilla de García, figura principal en las letras y en la cultura argentina del siglo XIX, injustamente invisibilizada.

Este libro monumental ha sido editado, anotado e introducido por Marina Guidotti, licenciada y doctora en letras por la Universidad del Salvador, profesora en el Programa ELE/USAL y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad del Salvador, profesora titular de la Especialización en la Enseñanza del Español para Extranjeros y miembro de su Comisión Académica, autora de contenidos y orientadora en el Programa de Educación a Distancia (PAD), USAL. NOTA DEL EDITOR: Es increíble, que esta es la única profesora titular de Literatura Argentina de nuestro país que ha incluido en su programa a Eduarda Mansilla, pionera de las letras argentinas.

El trabajo de recuperación de la producción periodística de Eduarda Mansilla de García, siguiendo los principios de la ecdótica, fue realizado en el marco del Proyecto de Investigación Plurianual del CONICET «Eduarda Mansilla: la biografía. Redes familiares y amicales. Los epistolarios. Los escritos dispersos. Hacia un estudio crítico integral», dirigido por María Rosa Lojo y radicado en la Escuela de Letras de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Otros textos de Eduarda Mansilla de García que ya han sido publicados en la Colección EALA Ediciones Académicas de Literatura Argentina Siglos XIX y XX de la Editorial Corregidor, dirigida por María Rosa Lojo y co-dirigida por Jorge Bracamonte son Cuentos (1880), edición crítica con introducción y notas de Hebe Beatriz Molina en 2011 y Creaciones (1883), edición, introducción y notas a cargo de Jimena Néspolo en 2015.

Eduarda Mansilla de García
1834-1892
La Editorial Corregidor ya anunció la publicación, en esta Colección, de los Escritos periodísticos de Eduarda Mansilla, que recoge los artículos dispersos entre 1860 y 1892 en una edición cuidada, anotada e introducida por Marina Guidotti. En el 2012, en la misma colección, ha sido publicado Diario de viaje a Oriente (1850- Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada ISSN 2420-918X (Roma) 196 51) y otras crónicas del viaje oriental de Lucio V. Mansilla, en edición cuidada y anotada por María Rosa Lojo, que presenta también la introducción, con la colaboración de Marina Guidotti (asistente de dirección), María Laura Pérez Graz y Victoria Cohen Imach. La publicación del diario de viaje de Lucio V. Mansilla se encuadra en el Proyecto de Investigación Plurianual del CONICET «Los hermanos Mansilla, edición y crítica de textos inéditos u olvidados», dirigido por María Rosa Lojo, radicado también en la Universidad del Salvador.

Todas estas publicaciones son el resultado de más de quince años de profunda, comprometida y continua investigación en archivos y bibliotecas, rescatando material disperso, inédito, que permite evitar así no solamente el olvido de estas escrituras, sino también la pérdida definitiva de las mismas, considerando su delicado estado. Marina Guidotti ha trabajado durante más de seis años en diferentes repositorios reuniendo el material, que no se encuentra microfilmado en su totalidad y resulta de difícil acceso. La recuperación de los textos ha implicado una laboriosa tarea archivística, con muchas dificultades y tanta dedicación, pues, además de individualizar, encontrar y recopilar los textos dispersos en diferentes diarios y revistas literarias y musicales en varios repositorios, ha requerido que parte del material no microfilmado sea fotografiado digitalmente para poder transcribirlo y contribuir así a su conservación, lo que añade a esta edición otros méritos y aportes más que garantizan el acceso a esta valiosa documentación.

Daniel García-Mansilla
1866-1957
Como indica Guidotti en su introducción, el corpus reunido no se comprende la totalidad de la producción periodística de Mansilla, por lo que no puede llamarse definitivo, porque falta relevar algunos diarios perdidos, en proceso de microfilmación, y otros en Estados Unidos, España y Francia. Para completar la obra de Eduarda Mansilla habría que recobrar correspondencia, colaboraciones periodísticas, producción literaria que se encontraría, según relato del hijo Daniel García-Mansilla, en un baúl actualmente extraviado. Esta edición cuenta con una introducción que es en sí un estudio profundo y detallado no solamente del material que presenta y de la autora, sino también de cuestiones centrales en los estudios literarios en general, como las escrituras del yo, es decir, el espacio autobiográfico que interesa tanto desde la antropología como desde la literatura, y que contribuye en este recorrido por estos escritos periodísticos a reconstruir la imagen pública que ofrece de sí misma Eduarda Mansilla de García a partir de rasgos autobiográficos presentes en sus artículos.

Después de dedicar un apartado a la biografía de la autora, explicar los criterios de periodización y organización del material y describir la investigación, Guidotti dedica un apartado de su introducción a las escrituras del yo, clave en la interpretación novedosa de esta producción, es denso de Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada ISSN 2420-918X (Roma) 197 referencias teóricas y críticas. En su exposición, Guidotti coloca en diálogo enriquecedor diferentes estudios realizados por Diana Salem, Michel de Certeau, Mijail Bajtin, Wilhelm Dilthey, Georges Gusdorf, Paul De Man, Philippe Lejeune, José Amícola, Marcela Crespo, Leonor Arfuch. El material recobrado y reunido aquí por primera vez, tal como lo explica Guidotti en su introducción, se organiza siguiendo un orden cronológico que atiende la producción periodística de Eduarda Mansilla, los artículos que se refieren a la recepción de la misma a través de correspondencia de lectores, avisos y noticias referidas a la publicación de su producción literaria y de la puesta en escena de sus obras de teatro, las críticas a estas obras y, finalmente, las cartas privadas.

Son cuatro las etapas o momentos que Guidotti reconoce en la producción periodística y literaria de Mansilla: la primera, entre 1860 y 1871, centrada en la producción novelística; la segunda, entre 1872 y 1878, comprende diferentes tipos escriturales que ponen en relieve la creatividad de la autora; la tercera, entre 1879 y 1885, de mayor intensidad en la tarea periodística, abarca producción publicada en los diarios La Tribuna, El Nacional, La Nación, La Libertad, junto a numerosas menciones sobre su labor en diferentes diarios y publicaciones periódicas y el hecho relevante de que, en este período especialmente, tal como había comenzado a hacer desde 1860, Mansilla recupera totalmente su identidad y firma los artículos con su nombre, evitando ya el uso del seudónimo Daniel; la cuarta y última etapa, entre 1890 y 1892, comprende un corpus menor, coincide con el regreso definitivo de Mansilla a la Argentina e incluye noticias sobre su fallecimiento en 1892 en diferentes periódicos y diarios nacionales y extranjeros.

Los textos también han sido organizados temáticamente atendiendo los siguientes ejes: musical; artículos de costumbres; crónicas con mirada social; políticas (exposición de ideas sobre la identidad y los valores); una noticia necrológica que sirve para reflexionar, desde la filosofía, sobre los contrastes entre la ciencia y la fe; educación de las mujeres; obras literarias publicadas en folletines y revistas literarias, textos sobre sus obras teatrales, crítica literaria; escritos sobre la autora. En la introducción, Guidotti dedica un apartado a cada uno de estos ejes temáticos, ofreciendo valiosas interpretaciones y aproximaciones al material, atendiendo la configuración del texto periodístico, señalada por Eduardo Romano, es decir, como hipertexto jerarquizador, que organiza y reúne hipotextos heterogéneos. La edición de los artículos completos de Eduarda Mansilla de García ha sido elaborada atendiendo el aparato crítico y cuenta con numerosas notas a pie de página que contribuyen a la lectura ofreciendo información útil y pertinente, y con comentarios exegéticos y textuales, siguiendo un método biográfico interpretativo para obtener una mirada completa e integradora de la autora, de Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada ISSN 2420-918X (Roma) 198 los textos y del campo intelectual y de las redes familiares, es decir, de las experiencias de vida, tal como propone Norman Denzin.

Marína L. Guidotti y María Rosa Lojo
De este modo, la investigación, por una parte, se apoya en los estudios sobre la autorreferencialidad, la elaboración identitaria, el concepto de autobiografía y el método autobiográfico; y, por otro lado, sigue una perspectiva histórica que da cuenta del contexto en el que Mansilla escribió y publicó sus textos y en el que estos circularon. Esta edición, rica ya con el material periodístico que ofrece y con la introducción que bien podría considerarse un libro en sí, cuenta con una abundante bibliografía que comprende, además de los textos periodísticos y literarios de Eduarda Mansilla, un corpus crítico y bibliografía general y especializada que da cuenta del profundo trabajo de investigación de Guidotti. Cierra el libro un útil glosario de personalidades mencionadas en la prensa de Mansilla, que ayuda a los lectores contemporáneos, no especializados. Por todo esto, este libro resulta fundamental para el rescate y el estudio de la obra de Eduarda Mansilla de García y para las investigaciones de la prensa decimonónica y femenina, como reconstrucción de la actividad cultural del país. Fernanda Elisa Bravo Herrera (CONICET – ARGENTINA)

Fuente: Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada ISSN 2420-918X (Roma)

martes, 2 de abril de 2019

Sujeto nacional y escritura en la obra de Eduarda Mansilla. «Una mujer de fin de siglo»




Por Francisca Noguerol. Universidad de Salamanca

En un encuentro internacional dedicado a destacar la relevancia del papel de la mujer en el proceso de emancipación americano resulta absolutamente pertinente dedicarle un espacio a la figura de la escritora argentina Eduarda Mansilla (1834-1892), interesada en desarticular en su obra las dicotomías derivadas de la antinomia civilización y barbarie (con la contraposición expeditiva de los pares unitario / federal, blanco / gaucho-indio-negro, europeo—estadounidense / latinoamericano, ciudad / campo, y hombre / mujer) y capaz de proponer en su escritura la atención a nuevos «sujetos nacionales» signados por el desplazamiento y el contacto de culturas (cautivas, viajeros, inmigrantes [Lojo 2007a]), con el consiguiente y alto precio que debió pagar por su osadía como escritora. De ahí el título de la presente ponencia, que asimismo alude a Una mujer de fin de siglo (1998), novela donde la también argentina María Rosa Lojo —sin duda una de las estudiosas que mejor ha sabido reivindicarla1- ficcionaliza su biografía.

Nos encontramos así ante una autora perteneciente a la «generación del 80» argentina, en la que jugó, como ya veremos, un papel pionero, pero que ha debido esperar a los últimos años del siglo xx, con la eclosión de los estudios de género y de la «nueva novela histórica», para ser reconocida en su labor creadora. Así, su relectura se inscribe en la exploración realizada por numerosas escritoras contemporáneas del papel jugado por las mujeres 2 (esposas y amantes de próceres, pioneras, cautivas, espías, guerrilleras, gobernadoras, cortesanas, actrices o escritoras) en el proceso de fundación nacional 3, definida certeramente por Elsa Drucaroff al aludir a su propia obra con las siguientes palabras:

Yo no estaba escribiendo para rescatar una memoria perdida de las mujeres, estaba escribiendo para construir una «memoria utópica». No se puede hacer hablar a quien ya no habló; se puede bucear en documentos buscando algún susurro de la memoria perdida, algún indicio, y darlo a conocer. (Drucaroff 2009: 3)

Una vida excepcional

Conozcamos un poco más de la extraordinaria biografía de Eduarda Mansilla, sobrina de Juan Manuel de Rosas por parte de madre, que disfrutó de una infancia privilegiada cuando su tío se encontraba en el poder y a la que su hermano Lucio Victorio Mansilla describe en sus Memorias como niña «monísima, inteligente, lista, donosa» (Mansilla 1954: 26), sin miedo a los cuentos de aparecidos y especialmente dotada para las letras, la música y los idiomas.


Casada a los 21 años con el diplomático Manuel Rafael García Aguirre, de linaje unitario y, por tanto, contrario a la facción federal liderada por su tío, Eduarda vivirá la época adulta en un mundo marcado por los ideales unitarios de civilización y progreso —que ella se encargará de desmontar— y formando parte, de acuerdo con su linaje, del bando de los perdedores. Acompañará a su marido, con quien tendrá seis hijos, por diferentes destinos de Europa y Estados Unidos, convirtiéndose, como bien la define Bonnie Frederick, en una «nómada cultural»: «Lucio es un viajero, un hombre que deja su casa atrás en Buenos Aires. Eduarda es una nómada, lleva su casa consigo» (Frederick 1994: 249). 

Así, aunque solo conoció aquellos sitios permitidos en la época a una señora de buena posición, casada y católica, esta situación de permanente desplazamiento le otorgó un cosmopolitismo espiritual que sin duda influyó en su tarea literaria, marcada por su papel como mediadora cultural o, si se prefiere y de nuevo en palabras de Lojo, como «traductora rebelde» (Lojo 2007b), tan atenta a los países que iba conociendo como al recuerdo del pasado federal de su familia y a la reivindicación de su identidad criolla.

Un episodio marcó decisivamente su vida: el año 1879, fecha del estreno de Casa de muñecas, Mansilla decide, como Nora Helmer, la protagonista de la obra ibseniana, dejar a sus pequeños con la hija mayor, ya casada, y viajar sola a la Argentina con la excusa de visitar a su madre, pero con el secreto deseo de regresar a sus raíces y, sobre todo, de potenciar desde Buenos Aires su carrera literaria. Esta será una preocupación constante en su vida, como destaca el mismo Domingo Faustino Sarmiento en un artículo de El Nacional fechado en 1885:

Eduarda ha pugnado diez años por abrirse las puertas cerradas a la mujer, para entrar como cualquier cronista o repórter en el cielo reservado a los escogidos machos hasta que al fin ha obtenido un boleto de entrada, a su riesgo y peligro... (apud Sosa de Newton 1995: 83) 

La autora, que editó sus dos primeras novelas bajo el obligado seudónimo de «Daniel» y que firmó muchos de sus artículos periodísticos con el sobrenombre de «Alvar», adquirió por fin el valor para reivindicarse como mujer (Bosch 1995, Torre 1996) y luchó tanto por la reedición de sus obras con su propia firma como por la traducción de las mismas a las principales lenguas de cultura. Permaneció en Buenos Aires hasta 1884 recibiendo un aluvión de críticas por su decisión, en un momento en que, como bien señala Frederick en La pluma y la aguja: las escritoras de la generación del ’80, la «literata» era considerada como una criatura presa de un vicio incontrolable, virago carente de todas las cualidades —discreción, modestia, obediencia— tradicionalmente atribuidas al género femenino (Frederick 1993; también en Arambel-Guiñazú 2001 y Batticuore 2005).

En una época que extremó el puritanismo de las costumbres y la «domesticación» femenina frente a los más liberales años de comienzos de siglo, Eduarda no podía sino fracasar. De este modo, concluyó volver al redil familiar —aunque, se separara de su marido y ambos se repartieran los hijos desde entonces—, abandonó la escritura —su última obra publicada data de 1885— y fracasó en su deseo de alcanzar el reconocimiento literario, pasando los últimos años de su vida acompañando a su hijo Daniel por diversas legaciones diplomáticas y expresando por carta a su muerte, en un gesto que nos recuerda la terrible frase sorjuanina «Yo, la peor de todas», la voluntad de que nunca se reeditara su obra.

Afortunadamente este deseo no se cumplió, lo que nos permite hoy conocer una producción tardíamente publicitada y reeditada 4, aún inédita en bastantes casos y que, según su hijo Daniel, se perdió en gran parte en uno de sus viajes como consecuencia del extravío de un baúl inglés (García-Mansilla 1950: 300).

De este modo, hoy contamos con sus artículos periodísticos en revistas tan diversas como La Flor del Aire, El Alba, El Plata Ilustrado, La Ondina del Plata, La Gaceta Musical y El Nacional, publicaciones no exclusivamente femeninas; sus novelas El médico de San Luis (1860) y Lucía Miranda (1860), aparecidas por entregas en el diario La Tribuna, y Pablo ou la vie dans les Pampas (1869), editada por primera vez en la revista L’artiste y dada a conocer en español en La Tribuna gracias a la traducción de su hermano Lucio; sus Cuentos (1880), con los que inauguró en el Río de la Plata la narrativa infantil; su obra de teatro La Marquesa de Altamira (representada y editada en Buenos Aires en 1881); sus Recuerdos de viaje (1882), fascinante texto basado en sus dos residencias en Estados Unidos entre 1860 y 1870, en la línea de los firmados sobre sus periplos por la condesa de Merlín, Flora Tristán, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Aurelia Castillo de González o Juana Manuel Gorriti (Batticuore 1996). Por último, los relatos fantásticos que integran Creaciones(1883) y la novela corta Un amor (1885), textos donde se aprecia el quiebre emocional de la autora y que presentan personajes frecuentemente escindidos en su identidad —alma y cuerpo, dos amores, América y Europa—, marcados por la asfixia y que, en no pocos casos, desembocan en la locura como forma de escape a su sufrimiento.

A la busca de «otros sujetos nacionales»
Tras esta rápida revisión de la trayectoria literaria de Mansilla, ha llegado el momento de considerar su labor en la constitución de una visión de Argentina diferente a la canonizada por Sarmiento en Facundo o Civilización y Barbarie, dicotomía ya presente en el famoso título que la autora rechaza por maniquea 5. No en vano, uno de sus grandes logros tendrá que ver, precisamente, con su sobrepujamiento del pensamiento de su, por otra parte, buen amigo unitario, lo que ha llevado a considerar Pablo… como el anti-Facundo (Lojo 1998) y a Recuerdos de viaje como la contracara del sarmientino Viajes por Africa, Europa y América (Viñas 1998).

Su postura puede vincularse a la señalada por Francine Masiello (1992: 9-10) y Kathryn Lehman (1998) para las escritoras decimonónicas, quienes destacan cómo estas autoras se ubicaron en una posición superadora de las rígidas diferencias étnicas, genéricas, de filiación política, clase o cultura imperantes en su época. Es el caso de las sufragistas anglosajonas, que unieron la lucha por el voto femenino a la demanda de la abolición de la esclavitud o, en el ámbito hispánico, de autoras como la peruana Clorinda Matto de Turner —como expuso brillantemente Eva Valero en la I edición de este Encuentro— o las argentinas Juana Manuela Gorriti y Rosa Guerra (Lojo 2005b). 6

De este modo, las heroínas de Mansilla suelen ser fruto del mestizaje. Es el caso de las argentino-inglesas hijas del doctor Wilson en El médico de San Luis; de Lucía Miranda, consecuencia de la unión entre un cristiano viejo y una morisca en la novela homónima; o de Dolores en Pablo…, dotada de gran belleza gracias al legado indígena de su madre. Son, asimismo, frecuentes, los amores que superan las fronteras de clase y nacionalidad, como los del protestante Wilson por su católica esposa, el de Marangoré por la cristiana Lucía —muy bien avenida con los aborígenes a los que adoctrina— y los del gaucho unitario Pablo por la estanciera federal Dolores.

Unitarios / federales

Esta última frase demuestra fehacientemente la conculcación llevada a cabo por Mansilla de los clichés sobrevenidos de la dicotomía sarmientina. Así, sabemos que hubo gauchos unitarios —como el ya mencionado Pablo, como Pascual Benítez en la misma novela— y que en ambos bandos se alinearon personajes «bárbaros» por su conducta. Es el caso del Gobernador (unitario) y el Ñato (federal) en El médico de San Luis o del unitario Moreyra en Pablo..., personaje analfabeto tan heroico como cruel, que ordena el fusilamiento del joven Pablo tras haberlo llevado indebidamente. Frente a él, su correligionario Vidal se muestra educado y humanitario, consciente de que los federales supieron tratar mejor a indios y gauchos cuando se encontraban en el poder, lo que explica que estos rechacen a los nuevos gobernantes.

Blancos / gauchos
El gaucho, carne de cañón en todas las guerras desde su aparición en el siglo xviii, es defendido enfáticamente por los hermanos Mansilla frente a sus detractores. En El médico de San Luis, Wilson denuncia su situación y defiende sus derechos frente a una justicia que siempre los castiga, en un discurso que contiene frases tan memorables como las siguientes: «Acusáis en vuestra vanidosa ignorancia al gaucho de cruel y sanguinario; acaso os creéis vosotros de otra raza, de otra especie» (El médico de San Luis: 135) 7.

De hecho, el gaucho sufre tantas injusticias que, al final, debe desertar del ejército como el joven Pablo, protagonista de la novela homónima, que al principio de la trama se mostraba decididamente unitario: «Unitarios o federales, da lo mismo. Yo los odio a todos como ellos nos odian a nosotros, pobres gauchos» (Pablo…: 133). Como consecuencia de esta acción, el protagonista será finalmente fusilado junto con su amigo, el Gaucho Malo Anacleto que, a pesar de su nombre, es descrito por Mansilla como mentor del joven y verdadero maestro de sabiduría, muy cercano al viejo Vizcacha del Martín Fierro hernandiano y, sobre todo, al Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes.

Blancos / indios

Si el gaucho es claramente defendido por los Mansilla, el indio también se descubre víctima de las circunstancias. Ya en Recuerdos de viaje, Eduarda denuncia abiertamente el trato infligido a los nativos en Estados Unidos —«el fariseísmo político de los Sajones ha hecho su camino, y la gran nación va adelante con su go ahead, destruyendo, pillando, anexando»— (Recuerdos de viaje: 62), rechazando del mismo modo la esclavitud de los descendientes de africanos 8 y la inexistente integración en el país de los «pieles rojas», mostrando una actitud crítica que parece apuntar a la célebre «Campaña del Desierto» emprendida por el general Roca en Argentina por esos años y encaminada a anexar para los «civilizados» un territorio pretendidadamente «vacío».

En los textos de los Mansilla, la toldería se descubre como un espacio de libertad frente a las injusticias generadas por la mal llamada civilización. En El médico de San Luis, Pascual Benítez, perseguido por la justicia, busca refugio entre los indios, señalando:

Señor, los indios no son tan malos, no roban sino por hambre y nunca matan sino por necesidad. Los que los hacen malos son los cristianos que se van entre ellos. Allí había algunos como yo, y desde el primer día me pusieron mala cara, buscándome pleito por todo. (El médico de San Luis: 103) 9

Su propia hija, cautivada por un santiaguino —y no por un indio— en la toldería y después liberada por su padre, se casa voluntariamente con un cacique, del mismo modo que Mercedes, la mujer del tropero Peralta en Pablo…, decide quedarse con su nuevo esposo indio cuando el marido blanco acude a rescatarla (Pablo...: 218-219). Frente a ellas, el personaje de Dolores morirá decapitado a manos de su propia nodriza para evitar que la chica caiga en manos de una partida de «salvajes», lo que muestra la postura ambivalente mostrada por Mansilla en relación a los habitantes del desierto.

En Lucía Miranda, la imagen del aborigen se encuentra asimismo desdoblada entre el noble y aguerrido Marangoré, encarnación de los ideales románticos, y su hermano Siripó, tan horrible como perverso, pero no carente de astucia. En esta misma línea, la comunidad timbú a la que acude Lucía como intérprete y maestra no se presenta idealizada ni demonizada en ningún momento, demostrando la heroína gracias a su ahijada Anté —a la que educa y que finalmente se une en matrimonio con un hombre blanco— que es posible tolerar diferentes costumbres, pues «a la verdad, en nada se oponían a la nueva dignidad de cristiana a que Anté pertenecía» (Lucía Miranda: 341). En esta joven y en su marido se cifra la esperanza última manifiesta en la novela, pues ellos son los únicos que escapan a la masacre final con rumbo a la inmensidad de la Pampa, para conformar un posible y nuevo linaje de argentinos.

Europeos-estadounidenses / argentinos

En esta situación no resulta raro comprobar las frecuentes denuncias de la autora a la «barbarie elegante» profesada por los europeos. Así, en Pablo…., un texto escrito en francés con la intención de llegar al núcleo de la intelligentsia de su época, se compara la situación del desierto argentino con la provocada por los condottieri—o caudillos— de la Italia medieval. En alguna ocasión, el reproche se hace abierto —«Para ellos, seremos siempre unos salvajes. Es hora de que aprendan a juzgarnos de otro modo» (Traducción mía. Pablo…:192)—, así como el rechazo a unos pueblos que han pretendido imponer su idea del progreso a golpes de sable 10.

En esta misma línea se encuentra su visión de Estados Unidos, en absoluto cercana a la fascinada versión del mismo ofrecida por Sarmiento, y tan aguda como irónica, lo que la lleva a denunciar el escaso gusto y savoir faire de los vecinos del norte. Así, desde su primer día denuncia la vulgaridad y grosería de los «bárbaros» cocheros, que prácticamente la raptan junto a sus hijos nada más descender del barco (Recuerdos de viaje: 27-28). Estos personajes coinciden en su escasez de modales con los millonarios —con casas donde se aglomeran las malas copias pictóricas, que ellos toman por verdaderas—, las señoritas —siempre demasiado maquilladas y ostentosas—, los niños —vestidos y educados para comportarse en todo momento como adultos— o, incluso, los dulces —que no saben a nada—. Pero lo que más molesta a Eduarda son las pragmáticas expresiones go ahead, ya mencionada en relación al exterminio de los nativos, y time is money, paradigma del teórico progreso pero muestra fehaciente para la autora de la «barbarie» yankee (Lojo 2003).

Ciudad / campo
La dicotomía civilización-barbarie se disuelve, asimismo, con la defensa realizada del campo por Mansilla en detrimento de la ciudad (Lojo 2002). Este hecho explica la postura del doctor Wilson en El médico de San Luis, que abandona los «encantos» europeos por una vida placentera y tranquila en la provincia argentina, lo que hace exclamar a un compatriota amigo: Envidio la tranquila dicha que ustedes disfrutan: quiera el cielo concederles se prolongue hasta el fin de sus días. Yo no puedo ya imitarles, estoy casado en Inglaterra, tengo allí hijos, y Dios sabe que en nuestras grandes ciudades el camino de la virtud es más áspero y difícil. (El médico de San Luis: 32)

La ciudad se presenta, en contraposición y como acabamos de ver, como un «laberinto de intrigas y amaños» (El médico de San Luis: 56), un desierto mucho peor que el de la Pampa (Pablo...: 233), con un pavimento durísimo y ajeno a tierra «dulce y móvil de la llanura» (Pablo...: 232) para Micaela, la madre de Pablo, cuando esta acude sin éxito a pedir la remisión de la condena del joven y motivo por el que este trágico personaje acaba sumido en la locura.

Hombres / mujeres

Aunque la dicotomía civilización / barbarie no la presenta claramente, es claro que una extensión de la misma se encuentra reflejada en la capital oposición establecida en la época entre el hombre —racional, activo, ajeno al ámbito doméstico— y la mujer —definida por sus funciones como madre y esposa, obligatoriamente pasiva y confinada a las tareas del hogar—.

 La palabra «emancipación» no traspasó las fronteras argentinas hasta 1890, lo que impidió que Mansilla y otras autoras de su época albergaran —como sí lo hicieron sus coetáneas anglosajonas— aspiraciones de intervenir en la res publica 11. Esto no evitó, sin embargo, que denunciaran la situación de la mujer de diversos modos, presentando en el caso de Mansilla personajes femeninos tan desamparados como conminados al fracaso de sus gestiones —es el caso de la ya mencionada Micaela, madre de Pablo— o, como Dolores, signados por la carencia espiritual debido a su ausencia de educación, lo que las convierte en verdaderas «sonámbulas» y «parias del pensamiento» 12(Lojo 1998, 1999b).

En esta situación Mansilla no puede sino defender la «liberación» femenina a través de tres principales vectores: el respeto de la madre en el hogar, el trabajo profesional remunerado para la mujer y el desarrollo de su educación. Atendamos a cada uno de estos aspectos.

La madre

Mansilla aboga por la influencia femenina ejercida en el seno del hogar, consciente de que el espacio doméstico es el único respetado para las mujeres de entonces y en consonancia con las ideas formuladas por las periodistas de la época (Masiello 1992). Conocedora del influjo que ejercieron sobre su tío, el presidente Rosas, mujeres de tanta personalidad como su abuela y su prima Manuelita, agente diplomático de primer orden durante el gobierno federal, la escritora defenderá el respeto a la figura de la madre por encima de todo, que podría convertirse en la mejor educadora si se la escuchara. Así se aprecia en el siguiente alegato del doctor Wilson —sin duda alter ego de la escritora—, que reproduzco íntegro por su interés:

En la República Argentina la mujer es generalmente muy superior al hombre, con excepción de una o dos provincias. Las mujeres tienen la rapidez de comprensión notable y sobre todo una extraordinaria facilidad para asimilar, si puede así decirse, todo lo bueno, todo lo nuevo que ven o escuchan. De aquí proviene la influencia singular de la mujer, en todas las ocasiones y circunstancias. Debiendo no obstante observarse que ésta, soberana y dueña absoluta como esposa, como amante y como hija, pierde, por una aberración inconcebible, su poder y su influencia como madre. La madre europea es el apoyo, el resorte, el eje en que descansa la familia, la sociedad. Aquí, por el contrario, la madre representa el atraso, lo estacionario, lo antiguo, que es a lo que más horror tienen las americanas; y cuanto más civilizados pretenden ser los hijos, que a su turno serán despotizados por sus mujeres y sus hijas, más en menos tienen a la vieja madre, que les habla de otros tiempos y otras costumbres. Muchas veces me ha lastimado ver a una raza inteligente y fuerte encaminarse por un sendero extraviado, que ha de llevarle a la anarquía social más completa, y reflexionando profundamente sobre un mal cada día creciente, he comprendido que el único medio de remediarlo sería robustecer la autoridad maternal como punto de partida... (El médico de San Luis 26-27)

La profesional 

Ya señalé cómo la visión de Mansilla sobre las formas de vida y cultura estadounidenses se encuentra teñida de ironía. Sin embargo, este hecho no evita que la autora defienda el papel jugado en este país tanto por la madre —de nuevo vuelve al motivo de su necesaria influencia en el home— como, sobre todo, por las profesionales, lo que la llevará a comentar: «La mujer americana practica la libertad como ninguna otra en el mundo, y parece poseer una gran dosis de self-reliance» (Recuerdos de viaje: 117).13 Así, aunque criticó la desmesura de las vecinas del Norte al vestir o comer, alaba su increíble libertad, que les permite viajar solas, elegir libremente a sus parejas, ser cortejadas sin vigilancia, divorciarse sin deshonra o recibir una paga por su trabajo. Está claro que todo esto afectó profundamente a una autora que, en el momento de escribir su libro de viajes, estaba ya prácticamente separada de su marido y se veía cada vez más distante del ansiado éxito literario.

Así se aprecia en comentarios tan subversivos para el momento como los siguientes: «La familia, tal cual hoy existe habrá de pasar, a mi sentir, por grandes modificaciones, que encaminen y dirijan el espíritu de los futuros legisladores, para cortar este moderno nudo gordiano» (Recuerdos de viaje: 141). Del mismo modo, en relación a las nuevas profesionales, destaca su papel como creadoras de opinión —«Las mujeres influyen en la cosa pública por medios que llamaré psicológicos e indirectos» (Recuerdos de viaje: 120)— y se maravilla de la inusitada atención que sus congéneres masculinos les prestan.

La educadora

La educación femenina fue un objetivo clave en autoras decimonónicas tan reconocidas como Juana Manso, directora de escuelas y fundadora de múltiples centros de lectura a lo largo de su fecunda vida. En la misma línea Mansilla presenta, frente a la ignorancia denunciada en la Dolores de Pablo…,protagonistas femeninas cultas o preocupadas por la educación. Es el caso de las hijas de Wilson, orgullosas a partes iguales de su identidad criolla y de la selecta colección de libros ingleses que poseen, o de Lucía Miranda. En este último caso, se reinventa la historia de la cautiva para presentarla, desde su vida en España, alfabetizada por un sacerdote 14, ejerciendo labores de maestra y traductora entre los timbúes —que terminan admirándola sin reservas— e incluso librando al pueblo nativo de supercherías al desenmascarar la farsa montada por el brujo Gachemañé, en una situación que supera indudablemente la versión de su figura realizada coetáneamente por su compatriota Rosa Guerra (Mataix 2004, Lojo 2007c).

Llega el momento de la conclusión. En ella deseo destacar, en primer lugar, el carácter pionero de la obra de Eduarda Mansilla en su defensa de los «otros», a los que sabe acercarse sin prejuicios y que convierte en nuevos «sujetos nacionales» de la literatura argentina. En segundo lugar, me gustaría subrayar la increíble energía con la que esta autora, olvidada durante más de un siglo, defendió la causa de la mujer en el mundo hispánico, figura que en la época de la Independencia gozó de significativas prebendas pero que, con el advenimiento de la opresiva moral victoriana, terminó sometida en todos los campos donde había alcanzado alguna libertad. Finalmente, destaco su acertado uso de las «tretas del débil» al defender una revolución desde el ámbito doméstico, que la llevó a ensalzar por encima de cualquier otro los roles femeninos de madre, profesional y educadora.

Su magnífico pensamiento no le evitó, sin embargo, la vergüenza pública, la pérdida de la vida familiar, el sentimiento de culpa y el fracaso de sus aspiraciones literarias, hechos que se reflejan en sus últimos textos y que demuestran, de forma preclara, el altísimo precio que hubieron de pagar nuestras primeras y esforzadas «obreras del pensamiento».

Bibliografía


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11. Mansilla, Lucio Victorio. Mis memorias. Infancia-Adolescencia. Estudio Preliminar de Juan Carlos Ghiano. Buenos Aires: Hachette, 1954.

12. Masiello, Francine. Between Civilization and Barbarism: Women, Nation, and Literary Culture in Modern Argentina. Lincoln: University of Nebraska Press, 1992.
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13. Mataix, Remedios. «Romanticismo, feminidad e imaginarios nacionales. Las Lucía Miranda de Rosa Guerra y Eduarda Mansilla». Río de la Plata, n.º 29-30, 2004: 209-224.

14. Schvartzman, Julio (ed.). «La lucha de los lenguajes». Historia crítica de la literatura argentina, vol. 2. Buenos Aires: Emecé, 2003.

15. Sosa de Newton, Lily. «Eduarda Mansilla de García: narradora, periodista, música, y primera autora de literatura infantil», Mujeres y cultura en la Argentina del siglo xix. Lea Fletcher (comp.). Buenos Aires: Feminaria Editora, 1994: 87-95.

16. Steimberg de Kaplan, Olga. «Verdad histórica y discurso ficcional en Una mujer de fin de siglo, de María Rosa Lojo», Humanitas, n.º 23 (2003): 23-31.

17. Torre, Claudia. «Eduarda Mansilla (1838-1892): viaje y escritura. La frivolidad como estrategia», Revista interamericana de bibliografía, vol. XLV, n.º 3 (1995): 373-380.
—. «La intimidad histórica: apuntes sobre la biografía cultural de Eduarda Mansilla de García», Feminaria, n.º 16 (1996): 5-9.

18. Unzueta, Fernando. La imaginación histórica y el romance nacional en Hispanoamérica. Lima-Berkeley: Latinoamericana Editores, 1996.

19. Viñas, David: «Eduarda Mansilla, una excursión a los yankees en 1860». De Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a USA. Buenos Aires: Sudamericana, 1998: 51-86.

· (1) Así se puede constatar en la bibliografía final, donde se observará tanto el temprano interés de Lojo por abordar el tema de «la barbarie» argentina en el siglo xix (Lojo 1994) como los numerosos artículos que dedica a la producción de los hermanos Mansilla, su labor como editora de la novela de Eduarda Lucía Miranda y su interés como creadora por esta época, manifiesto en títulos como La pasión de los nómades (1994), Amores insólitos de nuestra historia (2001), Finisterre (2005), La princesa federal (1995) y la ya comentada Una mujer de fin de siglo (1999), novela analizada con interés por Steimberg (2003) y Filer (2007).

· (2) Frente a ellas, los escritores —con la rara excepción de Mario «Pacho» O’Donnell y su Juana Azurduy, la Teniente Coronela (1994), novela de la que Ana M.ª da Costa Toscano nos hablará en la jornada de hoy— prefieren abordar la historia protagonizada por sus congéneres masculinos. Es el caso de Eduardo Belgrano Rawson —No se turbe vuestro corazón (1994; 1.ª ed. 1974) y Fuegia (1991)—; Martín Caparrós —Ansay o los infortunios de la gloria (1984)—; Andrés Rivera —La revolución es un sueño eterno (1987) y El farmer (1996)—; Félix Luna —Soy Roca (1989); Sarmiento y sus fantasmas (1997)—; Federico Jeanmaire —Montevideo (1997)—; José Ignacio García Hamilton —Cuyano alborotador. La vida de Domingo Faustino Sarmiento (1997) y DonJosé, la vida de San Martín (2000)—; Dalmiro Sáenz —Mis olvidos (1998)—, o Andrés Rivera —Ese manco Paz (2003)—.

· (3) Así se aprecia en títulos como los siguientes: Marta Mercader —Juanamanuela, mucha mujer(1980)—; Mabel Pagano —Lorenza Reynafé o Quiroga, la barranca de la tragedia (1991)—; María Sáenz Quesada —Mujeres de Rosas (1991) y Mariquita Sánchez: Vida política y sentimental(1995)—; María Esther de Miguel —La amante del Restaurador (1993) y Las batallas secretas deBelgrano (1994)—; Susana Bilbao —Luna federal, las mujeres que desobedecieron a Urquiza(1997)—; Araceli Bellotta —Aurelia Vélez, la amante de Sarmiento (1997)—; Silvia Miguens —Ana y el virrey (1998)—; María Rosa Lojo—La princesa federal (1998) y Una mujer de fin de siglo(1999)—; Silvia Plager y Elsa Fraga Vidal — Nostalgias de Malvinas, María Vernet, la última gobernadora (1999)—; Marta Merkin —La Peñaloza, una pasión armada (1999)—; Carmen Verlichak —María Josefa Ezcurra. El amor prohibido de Belgrano (1999)—; Vera Pichel —Encarnación Ezcurra (1999)—; Elsa Drucaroff —La patria de las mujeres (1999) y Conspiración contra Güemes (2002)—; Mabel Pagano —Martina, montonera del Zonda (2000)—, Carmen Sampedro —Trinidad Guevara, la favorita de la escena porteña (2001)—; y, finalmente, Lucía Gálvez — Las mujeres y la patria. Nuevas historias de amor de la historia argentina (2001)— entre otras.

· (4) Así se puede comprobar en la bibliografía final, donde vemos, por ejemplo, cómo su novela Pablo ou la vie dans les Pampas ha sido editada por primera vez en forma de libro y en español en 1999.

· (5) Puesto que, como bien señalan Unzueta (1996) y Schvartzman (2003), la novela se constituyó en el instrumento intelectual para la construcción de una nación nueva, me centraré en mi exposición en los tres títulos de Mansilla adscritos a este género, sin dejar de aludir en alguna ocasión a sus sabrosos Recuerdos de viaje.

· (6) Esta visión es compartida por Lucio V. Mansilla, autor de la justamente reconocida Una excursión a los indios ranqueles (1870) y hombre de pensamiento excepcional en su época al que, sin embargo, su hermana Eduarda antecedió en su rechazo de los fáciles maniqueísmos (Lojo 2004, 2005a).

· (7) A partir de ahora citaré los textos de Mansilla de acuerdo con las siguientes ediciones: El médico de san Luis (1962); Lucía Miranda (2007c); Pablo ou la vie dans les Pampas (en su original francés de 1869); Recuerdos de provincia (1996).

· (8) Los personajes africanos, muy poco mencionados en la literatura canónica argentina, son en general figuras positivas en la narrativa de Mansilla, signados por la fidelidad a la familia y por el paternalismo con el que son retratados, como lo demuestran los nombres de «mamá Rosa» o «tío Antonio» en Pablo…

· (9) Estos alegatos se repiten en Pablo…, donde se apunta que solo se pensó en convertir a los nativos con la espada o la carabina y que los indios han resultado, de nuevo, chivos expiatorios en las polémicas entre los políticos cristianos.

· (10) «La liberté fut bien souvent imposée à coup de sabre, et l’amour de la justice servit presque toujours à opprimer» (Pablo..., p. 192).

· (11) Uno de los episodios más interesantes de Una mujer de fin de siglo, la novela histórica de Lojo que recrea la historia de Mansilla, viene dado cuando esta imagina el encuentro de Eduarda con la sufragista norteamericana Judith Miller, y la posición sin duda ambivalente en la que se debatiría la argentina ante las nuevas ideas sobre la mujer.

· (12) «Faut-il croire que, parce que ces âmes plongées dans un état de somnambulisme perpétuel, comme l’huître rivée à sa coquille, sans avoir même la force de protester contre la torpeur qui les enchaîne, soient destinées à ne sentir jamais se développer leur essor? Nous n’en savons rien: plaignons cependant ces pauvres âmes prisonnières plus encore que les autres dans cette vallée de larmes; ces parias de la pensée, exclues des jouissances intelellectuelles, tout en restant sujettes aux luttes déchirantes des passions humaines. En véritables déshéritées, elles ont toutes les charges, sans avoir les soulagements…» (Pablo…: 124-125).

· (13) No olvidemos que Estados Unidos ya había exportado en este momento maestras a Argentina gracias a la mediación de Sarmiento.

· (14) Este hecho provocará los recelos de la nodriza de la niña, que terminará espetándole la siguiente frase: «Como si una mujer necesitara leer para ser buena y honrada y como si ella hubiese jamás de decir misa» (Lucía Miranda: 107).