SU FALLECIMIENTO
El 28 de agosto de 1898, falleció en la ciudad de Buenos Aires a los 82 años de edad, la madre de Eduarda Mansilla de García. Con motivo de su fallecimiento, el diario "La Nación" de Buenos Aires publicó un recordatorio que hoy queremos compartir con todos nuestros lectores.
"Ha fallecido ayer, en las primeras horas de la noche, la Sra. Doña. Agustina de Rozas de Mansilla.
Basta enunciar el nombre de esta dama para que salte a la memoria como una evocación, el recuerdo de una época cuyas particularidades, no obstante el tiempo transcurrido, mantiénense aún vivas en el espíritu de nuestra sociedad.
La dama extinta era la tradición viviente del período histórico en que ella, joven, hermosa, espiritual, concentrando en su admirable figura de española noble, todas las gracias de la mujer, proyectaba amable luz sobre las sombras de su tiempo.
Era hija de Don León Ortiz de Rozas y de Doña Agustina López de Osornio de Ortiz de Rozas, hermana menor de Don Juan Manuel de Rozas, contrajo enlace a los 15 años de edad con el benemérito general Don Lucio Norberto Mansilla.
En casa de sus padres, aspiró el perfume, cuya esencia algún escritor contemporáneo ha lamentado no aspirar más en los salones de su tiempo. Un perfume de flor vieja, de mueble viejo, que emerge a veces, de tarde en tarde, cuando se despliega un abanico antiguo.
La belleza y el espíritu de Agustina Rozas, reciprocidad perfecta, , que hicieron de ella la mujer más encantadora de su época, eran la admiración constante de cuantos la conocieron y trataron.
En la corte del dictador, donde los diplomáticos y almirantes de las naciones amigas constituían el círculo preeminente, el sentimiento de la amabilidad y la cortesía castellana, desconocido para aquellos, fue dignamente sostenido y revelado por Agustina Rozas.
En aquel entonces, los diplomáticos y marinos extranjeros gozaban de una consideración extraordinaria, tanto por parte de los representantes del gobierno, como de los miembros de la sociedad en general.
El derecho de asilo, inherente a sus puestos, del que ellos hacían uso con frecuencia constituía el privilegio más grande, sobre el cual estaba fijo el pensamiento, no solamente de las presuntas víctimas, sino del mismo dictador, para las tristes eventualidades del futuro.
No es extraño, pues, que lord Hawden, el almirante Macau, el barón de Rivière, el comandante Dicksen, el baron Gove, jefes de la diplomacia y la marina, revistieran entonces una importancia que no han alcanzado ni alcanzarán jamás a revestir sus sucesores.
En éste período y en éste círculo, donde Agustina Rozas brilló con todo el esplendor de sus encantos y donde adquirió la reputación de bondad e inteligencia que a través de todas las vicisitudes por que atravesara su familia, fue el escudo inviolable que hizo callar la critica en torno a ella, antes y después de la caída del tirano."
Fuente: Diario "La Nación" de Buenos Aires. 29 Agosto de 1898.