Había heredado de su padre no solo un cuantioso patrimonio, sino también las cualidades morales que caracterizaron a don Clemente. Era un espíritu fuerte y avasallador, tendido para la acción y el predominio. Su voluntad impetuosa no reconocía otro freno que el deber, tal como lo entendia, en aras del que era capaz de realizar cualquier sacrificio para cumplirlo y respetarlo. Habia en ella la exaltación de la personalidad, la valentía de los que acometen y realizan, esa seguridad de los seres hechos para obrar sin vacilación, que no conocen jamás las inquietudes de la duda, ni los temores del error. Tenía el don de mando que, cuando es ingénito, trae consigo la conciencia de la propia infalibilidad. Lucio V. Mansilla uno de sus nietos anota al retratarla, que: “cuando ella decía sí o nó, así y nó de otro modo tenía que ser”
Gobernó su hogar imprimiendo suyo a todo lo que le rodeaba y a cuanto se vinculaba a su acción; era para su marido compañera conductora, y para los diez hijos que vivieron de los veinte que dio a luz, fue madre venerada. Su hijo Juan Manuel, escribía en el año 1868, en su ancianidad y desde el destierro: “No hay día que no me acuerde de mi madre, sintiendo siempre su pérdida, y no haberla podido acompañar tanto como eran mis constantes deseos, porque las ocupaciones públicas me lo impedían. Lloraba ella sin consuelo cuando las consideraba, diciéndome siempre: ya recibirás por premio la más cruel ingratitud…….. Tengo una trenza de su pelo….Cuando después de su muerte supe que nada dejaba a los pobres, remedié ese olvido señalando a nombre de mi madre, a muchos de de ellos, una limosna mensual que se entregó hasta fin de Enero de 1852" ( Carta de Rosas a Doña Josefa Gómez, de 20 de junio de 1868, 8 de diciembre de 1865 y 2 de mayo de 1869. Museo de Luján)
Imperiosa y abnegada, caritativa e inflexible en la severidad de su disciplia, que sofocaba muchas veces a su ternura maternal, doña Agustina era el arma y el brazo director de su hogar. Ella manejaba los intereses y administraba los bienes. En la estancia “El Rincón” que heredara de su padre. Agustina, cuando se lo permitía su naturaleza siempre hechida de fecundidad, mandaba parar rodeo, contaba la hacienda, ordenaba los apartes e inspeccionaba a galope tendido los campos y los rebaños.
Esa familiaridad con las vicisitudes de la vida rural, no la excluyen de las galanterías que en los salones de la época, se brindaban a las mujeres de belleza excepcional como la suya. En cierta ocasión es presentada al virrey Pedro Melo de Portugal, vestida con el hábito mercedario. Impresionado, comenta: “Tan linda…..y vestida de fraile”.
Fallece el 13 de diciembre de 1845. En su homenaje la familia Ortíz de Rozas construyó la bóveda de la familia que hoy se encuentra en el Cementerio de la Recoleta. Los restos de su hijo Juan Manuel de Rosas fueron repatriados en 1989 y colocados junto a los de su esposa, Encarnación Ezcurra en ese panteón.
Fuentes:
Carlos Ibarguren. Juan Manuel de Rosas. Su vida, su tiempo, su drama, 4ª edición corregida. Buenos Aires 1931
Lily Sosa de Newton. Las Argentinas de ayer a hoy. Ediciones Zanetti, Buenos Aires 1967.
Carlos Calvo. Nobiliario del Antiguo Virreynato del Río de la Plata. Primera parte.Buenos Aires 1924.