jueves, 19 de febrero de 2009

Eduarda Mansilla conoce a Alejandro Dumas.

Cierta vez, durante un baile en las Tullerías, Alejandro Dumas, quién era hijo del general francés Thomas Alesandre Davy de la Pailleterie,fue presentado a mi madre, que hablaba y escribía el francés con rara perfección; después de un brillante floreteo intelectual en el que el autor de "Los tres mosqueteros" tuvo oportunidad de aquilatar la agudeza y rápida percepción de la joven argentina, preguntóle mi madre directamente:

- Digame, maestro:¿a usted le parece que mi característica es la de una persona excepcionalmente exótica que revela muy distinta cultura y civilización?

- Por que me lo dice, señora-replicó Dumas.

- Simplemente porque en uno de sus recientes libros, titulado "Montevideo ou une Nouvelle Troie", violentamente sugestionado por los implacables enemigos de mi tío Rozas, me describe usted a mí como una salvaje que trepa a los árboles con el pelo suelto, profiriendo gritos desaforados, a modo de india brava. Todo ello es falso, maestro, y ha sido usted sorprendido en su buena fe.

Alejandro Dumas, sin inmutarse en absoluto, replicóle:

-¡Oh, señora; sepa usted que la historia no es más que un clavo en el cual cuelgo mis cuadros ( L'histoire, madame, n'est qu'un clou auquel j'accroche mes tableaux!)

También refería mi madre que una vez preguntáronle a Dumas como había ido a cenar a casa de ciertas personas que tenían fama de ser muy pesadas en su conversación.

-No me aburrí - contestó el gran escritor -, porque estaba allí yo ( Je ne suis pas ennuyé; j'y étais)

Historia contada por el tercer hijo de Eduarda Mansilla de García, Daniel García-Mansilla, en su libro "Visto, oido y recordado" Apuntes de un diplomático argentino, publicado por Editorial Guillermo Kraft, en Buenos Aires, en el año 1950.

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