viernes, 6 de febrero de 2009

Argentinas de Rosas a Perón. Una obra de María Gabriela Mizraje.

Perfume de mujer.

Argentinas. De Rosas a Perón es algo más que una investigación concienzuda sobre once escritoras de nuestro país. Es, ante todo y tal como lo manifiesta María Gabriela Mizraje, un acto de amor hacia la literatura y también hacia la patria.

En este ensayo exhaustivo y apasionado la autora analiza, indaga y hasta se diría que exprime la obra de Mariquita Sánchez, Juana Manso, Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla, Emma de la Barra, Alfonsina Storni, Norah Lange, Victoria Ocampo, Beatriz Guido, Alejandra Pizarnik y Griselda Gambaro para rescatar sus palabras del olvido y confrontarlas en un diálogo renovado.

La elección de estas escritoras -que forzosamente deja afuera a otras- obedece a que sus textos poseen una dimensión que no se limita estrictamente a lo literario, pues siempre participan, de manera más o menos indirecta o velada, de la construcción de la nacionalidad. Desde la mantilla de Mariquita Sánchez hasta el pañuelo blanco de Hebe de Bonafini -observa Mizraje-, hay una serie de mujeres dispuestas a no ocultarse y que no temen ser develadas porque tienen algo que decir y han decidido hacerlo.Que en el título aparezcan dos apellidos tan cargados de poder como los de Rosas y Perón no deja de ser significativo; ellos han actuado como síntesis y condensación de la historia argentina -el otro referente indiscutido es Sarmiento-, como disparadores de odios y de amores perceptibles en los textos de estas mujeres, aun cuando no todas ellas fueran sus contemporáneas. Pero también es posible leer en ese título la presencia oculta de otro hombre cuya obra y enseñanzas dejaron una huella indeleble en el trabajo de Mizraje: se trata de David Viñas, de quien la autora ha sido estrecha colaboradora. Cuando Viñas subtitulaba De Sarmiento a Cortázar su libro Literatura argentina y realidad política indicaba un recorrido de lectura pero a la vez proponía encuentros y oposiciones entre todos los escritores comprendidos en ese arco. En el texto de Mizraje ocurre algo similar.

Como en un juego de espejos, una misma condición de clase y de destino intelectual hermana a Victoria Ocampo con Eduarda Mansilla, mientras que la afasia sintáctica de las cartas de Pizarnik es correlativa a la lengua con tortícolis de Victoria.

El género sexual deja sus marcas en la lírica de Norah Lange y de Alfonsina, en tanto que un mismo destello de crueldad asoma en las páginas de Beatriz Guido y de Griselda Gambaro.Tematizada o no, la condición femenina aparece como una determinación ineludible que hace exclamar a Juana Manuela Gorriti que nada hay más despiadado para una mujer como su sexo, y a Griselda Gambaro que conseguir que se haga justicia es duro para todos, pero doblemente para una mujer.

Por presencia u omisión, porque constituye un deber asumido como en el caso de Mariquita Sánchez, una transgresión en el caso de Alfonsina o un deseo frustrado en el de Victoria y el de Norah Lange, la cuestión de la maternidad las afecta a todas en lo personal y aparece problematizada en sus obras. Sin embargo, contrariamente a lo que se puede suponer, la consideración del género no parece ser el punto de llegada del estudio de Mizraje. Su postura es muy lúcida al respecto: Una literatura que debe señalar todo el tiempo el propio sexo para que no quepan dudas acerca de la condición femenina es también, otra vez, una literatura insuficiente.

Antes insuficiente por no poder decir, luego insuficiente por no poder decir sino eso. Por exceso o por defecto. La literatura realizada por mujeres debe enfrentar el desafío de la síntesis y la integración de sus sentidos.Más que como objeto de estudio sometido a la luz cenital de la crítica, las escritoras son presentadas bajo todos los matices de sus obras; matices a los que se suman referencias contextuales, críticas y opiniones ajenas de las que las mujeres se defienden, con las que polemizan o bajo las cuales encuentran amparo.

Mizraje no duda en proponer hipótesis audaces que a veces exceden la prolijidad de la crítica, ni tampoco en arriesgar valores a la hora de hablar de sus autoras. El suyo es un ejercicio de lectura combativo y enfático, que adopta una posición y la defiende. Con la seguridad de quien ha recorrido las obras hasta agotarlas -pues es evidente que no ha dejado texto sin examinar- se mueve con más comodidad en el terreno de las aseveraciones rotundas que en el de conjeturas.

De Alfonsina dirá que lo que se lee es la potencia sexual; de Juana Manuela Gorriti afirmará que fue transgresora, pero no marginal; en Nosferatu, la pieza teatral de Griselda Gambaro, advierte que la argentinidad y la sexualidad aparecen en el límite de lo vampiresco. Más allá de las palabras, buscará las intenciones, los reclamos, las quejas mudas. Los resquicios por donde las voces femeninas quieren ser escuchadas y atendidas. A propósito de Norah Lange adivinará el gesto e imaginará una escena: Norah nos está diciendo que su vida de artista hubiera sido decididamente distinta sin la presencia de esos dos hombres. Borges y Oliverio sostienen su mano, y en esa presión suave la escritora crece, la mujer sufre y se ríe.

No son ideas lo que falta en el libro de Mizraje. Por el contrario, ellas parecen brotar de los textos analizados de manera asombrosa, otorgándole al estudio una fluidez que está lejos de los acartonamientos monográficos. Pero metida de lleno en las obras y desbordada por todo lo que de ellas tiene para decir, omite algunas consideraciones de carácter biográfico que serían útiles para los lectores que no están suficientemente informados acerca de ciertas circunstancias de la vida de las escritoras que contribuye a sacar del olvido. Si lo que se conoce sobre el destino de Victoria Ocampo o de Alfonsina Storni basta para comprender las interpretaciones que Mizraje despliega, no sucede lo mismo con las figuras de Juana Manso y Emma de la Barra.

Por otra parte, la capacidad operativa de algunos de sus argumentos no funciona siempre de la misma manera; en algunos casos las ideas alcanzan el rango de hipótesis eficaces, de principios ordenadores que estructuran una posible lectura; en otros surgen como meras ocurrencias, destellos ingeniosos producto de una mente abierta y ágil que a veces cae en el regodeo de sus propios hallazgos verbales. Esa capacidad para el descubrimiento de cruces y analogías es la que la pone frente a una revelación que ha permanecido oculta ante los ojos de la crítica: el cuento El ramito de romero, de Eduarda Mansilla, como precedente casi exacto de las visiones contenidas en El Aleph de Borges; queda claro que en ambos autores se postula una teoría del tiempo idéntica.

JORGELINA NUÑEZ,
Publicado en el Diario "El Clarín" de Buenos Aires, Argentina el 12 de marzo del 2000.-

4 comentarios:

Anónimo dijo...

EL CAPITÁN RUFINO SOLANO, SINGULAR PERSONAJE HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y DE ARGENTINA.-

Hace casi un siglo, a la edad de 76 años, dejaba de existir el capitán azuleño don Rufino Solano. Este muy particular militar, recordado como “El diplomático de las pampas”, desplegó inigualables acciones en favor de la paz, la libertad y la vida en la denominada “frontera del desierto”. Como resultado de estas acciones Rufino Solano, mediante su trato proverbial con el aborigen, consiguió redimir PERSONALMENTE a centenares de mujeres, niños y otros prisioneros, de ambos bandos, impulsado siempre por un notable y especial sentimiento hacia el género, encarnado en la lacerada figura de la cautiva.



Asimismo, se destacan entre sus acciones, el haber evitado sangrientos enfrentamientos mediante sus prodigiosos oficios de mediador y pacificador, pactando con los máximos caciques indígenas numerosos acuerdos de paz y de canjes de prisioneros. Realizando esta arriesgada tarea en beneficio de la población de Azul y de numerosas localidades de la Provincia de Buenos Aires e incluso de otras provincias aledañas. Entre otras significativas intervenciones del capitán Rufino Solano, se encuentra la de haber formado parte de los cimientes que dieron origen a las actuales ciudades de Olavarría y San Carlos de Bolívar, entre otras más.-


En el plano religioso, cumplió destacado protagonismo sirviendo de enlace en la acción evangelizadora hacia el aborigen llevada a cabo por la Iglesia de aquella época. En cumplimiento de esta última actividad, se lo vio prestando estrecha y activa colaboración al Padre Jorge María Salvaire, fundador de la Gran Basílica de Luján denominado “El misionero del desierto y de la Virgen del Luján” y actuando de ineludible interlocutor entre los jerarcas aborígenes y el Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, en la persona del Arzobispo Dr. León Federico Aneiros, llamado “El Padre de los Indios”.

Esta encomiable labor del capitán Rufino Solano fue desarrollada durante sus más de veinte años de carrera militar y continuó ejerciéndola después de su retiro hasta su muerte, ocurrida en 1913. Actualmente obra en la Legislatura de la Pcia. de Buenos Aires, un proyecto de ley para declararlo Ciudadano Ilustre de dicha provincia.-

Manuel Rafael García-Mansilla dijo...

Conocemos perfectamente la vida y obra de este ilustre hijo de Azul. Prestó servicios bajo el mando de nuestro pariente el Coronel Alvaro Barros, nieto de otro insigne militar, el Coronel Pedro Andrés García, quién como Rufino Solano, proponía el respeto de las costumbres indígenas y la integración y no el sometimiento de los aborígenes que habitaban nuestro territorio nacional. Fue un soldado valiente, cuya mayor característica era su poder de persuasión. Hablaba el idioma araucano a la perfección y sabía como tratar con los caciques. Su sinceridad y sus fuertes convicciones y su innata virtud para resolver situaciones difíciles le valieron el prestigio y la confianza de los bandos en pugna.

HORACIO dijo...

Muchas gracias por sus conceptos Sr. Manuel Rafael García-Mansilla.
Es correcto, el capitán Rufino Solano tuvo el altísimo honor de actuar bajo las órdenes de su ilustre ascendiente, el coronel Don Álvaro Barros. Este coronel, además de ser un gran estratega fue un excelente ser humano, porque ayudó a Rufino Solano en momentos de ingratitud. Por ello, le envío mis respetuosos saludos y reciba mis más sinceras felicitaciones por descender de el. Atentamente: Omar Alcántara.-

HORACIO dijo...

Muchas gracias por sus conceptos Sr. Manuel Rafael García-Mansilla.
Es correcto, el capitán Rufino Solano tuvo el altísimo honor de actuar bajo las órdenes de su ilustre ascendiente, el coronel Don Álvaro Barros. Este coronel, además de ser un gran estratega fue un excelente ser humano, porque ayudó a Rufino Solano en momentos de ingratitud. Por ello, le envío mis respetuosos saludos y reciba mis más sinceras felicitaciones por descender de el. Atentamente: Omar Alcántara.-