sábado, 21 de febrero de 2009

Pablo o la vida en las Pampas. Por Eduarda Mansilla de García.

La Biblioteca Nacional dentro de su Colección "Los Raros" - cuyo propósito es rescatar los libros clásicos argentinos que han corrido la suerte de la lenta omisión que traen el tiempo y el olvido de sus hombres-, publicó en noviembre de 2007, una nueva edición de "Pablo o la vida en las pampas" de Eduarda Mansilla de García, basada en la traducción de Lucio Victorio Mansilla,su hermano, con estudio preliminar y edición crítica de María Gabriela Mizraje.

Felicitamos calurosamente a María Gabriela Mizraje y al Dr. Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional por este acierto, porque creemos que con esta publicación han hecho un significativo aporte a nuestro acervo cultural.

Para introducirlos en este magnífico trabajo, les brindamos un resumen de las palabras introductorias de María Gabriela Mizraje, en la que nos cuenta de las idas y vueltas de la vida en las pampas.

"La singularísima Eduarda Mansilla de García (1834-1892) fue una mujer destacada del siglo XIX y hoy es prácticamente una desconocida. Las políticas culturales, editoriales, mercantiles se han encargado de producir este vacio.

Cabe marcar que la misma Eduarda, ya fatigada o quizá desilusionada por ciertos acontecimientos y silencios, en sus últimos años desaconsejó la reedición y circulación de sus obras, sin embargo, la vacancia aludida no se debe a razones de docilidad frente a su criterio sino, por el contrario, a estragos de indiferencia.

Sus textos, después de mas de cien años, siguen resultando inaccesibles, al mismo tiempo que su nombre ha quedado tapado o ensombrecido por el de otros personajes de su familia: su tío Rosas y su hermano Lucio Victorio, principalmente, pero también su padre Lucio Norberto - a quién debemos la nomenclatura de la calle Mansilla -, su prima Manuelita, su madre Agustina Rosas (recordada como la mujer mas bella de su época, entre otros por Santiago Calzadilla),y, en menor medida, la familia de su marido, los García de la diplomacia.

Su ficción Pablo o la vida en las Pampas, escrita en 1868, sufrió un largo derrotero y un injustificable olvido. La novela fue escrita en francés y publicada en París, mientras su autora residía en Francia porque se hallaba acompañando a su esposo, Manuel Rafael García Aguirre (1826-1887) -con quién había contraido matrimonio en 1855- , el cual debía cumplir con sus misiones en el extranjero.Primero apareció por entregas en L'Artiste -la revista de Arsène Houssayne (seudónimo de Housset) , el autor de Contes pour les femmes y Les grandes dames, quién fue acaso el hombre del círculo literario de la Francia de su época mas atento a las mujeres, dentro y fuera de las letras-, luego fue editada como libro por E.Lachaud en 1869.

Pablo ou la vie dans les Pampas representó un acontecimiento importante en la literatura de su época,libro precursor en muchos sentidos y aún mas valioso si se considera que es obra de una mujer, con las dificultades que, más allá de la clase económica o la apropiación cultural ello significaba.

La obra que aquí reproducimos se edita por primera vez en la versión española realizada por su hermano Lucio Victorio, para el diario de sus amigos, los Varela de la segunda generación afamada (los escritos y políticos Héctor Florencio, quien usaba el seudónimo de Orión, y su hermano Mariano)

Allí, en La Tribuna conocida, que tuvo como editor responsable a don Saturnino Córdoba y cuya suscripción costaba 40 pesos, apareció el Pablo de Eduarda en folletín, en menos de treinta números (del 6033 al 6059), distribuidos en veinte entregas entre el lunes 28/martes 29 de noviembre (número único) y el viernes 30 de diciembre, acompañando el cierre del año 1870. Eduarda ya había publicado en el mismo periódico sus textos anteriores, los folletines que constituyen las novelas tituladas: El médico de San Luis y Lucía Miranda, ambas en 1860.

De modo que la versión de Lucio V.Mansilla referida se sigue en nuestra edición casi en su totalidad, hasta donde los méritos del texto lo permiten, excepto en pequeñas lagunas o desvíos o detalles, que repuse comparando el texto con los dos originales franceses, el folletín y el libro consiguiente.

Por la pertenencia indiscutible de Eduarda Mansilla a nuestra tradición cultural y por el soslayo con que se observaron o saltearon sus obras durante mas de un siglo, igual que las de otras escritoras argentinas del período, como Mariquíta Sánchez, Juana Manso, Juana Manuela Gorriti o Josefina Pelliza de Sagasta (y por pasión personal, claro) fue que intenté , en distintas ocasiones, editar algunos de sus textos y mas enfáticamente esta novela, Pablo o la vida en las Pampas.
El texto que aquí presentamos -como quedó dicho- nunca alcanzó una edición en libro antes; por desidias, por ignorancias, por perezas o por otras dificultades de nuestro sistema cultural, así ha sido y hoy estamos rompiendo una valla, al volver sobre el ejemplar aparentemente único en un periódico que sobrevivió en la Biblioteca Nacional.

Pablo es una novela excepcional para su época, al momento de mi búsqueda inicial era practicamente imposible hallarla y cuando la leí por primera vez no existía traducción al español.

Ahora, y con la circulación de estos libros cuya publicación encara la Biblioteca Nacional, entre todos seguimos reponiendo y contribuyendo, de a poco, a que este magnífico corpus desconocido e inhallable no se pierda totalmente, en especial al día de hoy en que cabe preguntarse que pasa o que pasó con los materiales hemerográficos y de archivo de nuestras instituciones.

Por ello, para romper el ostracismo textual que siempre delimita una forma de exilio cultural, es imprescindible agradecer la lucidez y la confianza del Dr. Horacio González, Director de esta Biblioteca mayúscula. También agradezco muy especialmente a su equipo de colaboradores.

Entonces, como si los fundadores, excéntricos y transgresores hermanos Mansilla, dialogaran a uno y otro lado de la mesa, aquí está la transcripción de Pablo o la vida en las Pampas de Eduarda, en la traducción de Lucio Victorio, para ayudar a que no se vacíen las tribunas de la memoria."

jueves, 19 de febrero de 2009

Eduarda Mansilla conoce a Alejandro Dumas.

Cierta vez, durante un baile en las Tullerías, Alejandro Dumas, quién era hijo del general francés Thomas Alesandre Davy de la Pailleterie,fue presentado a mi madre, que hablaba y escribía el francés con rara perfección; después de un brillante floreteo intelectual en el que el autor de "Los tres mosqueteros" tuvo oportunidad de aquilatar la agudeza y rápida percepción de la joven argentina, preguntóle mi madre directamente:

- Digame, maestro:¿a usted le parece que mi característica es la de una persona excepcionalmente exótica que revela muy distinta cultura y civilización?

- Por que me lo dice, señora-replicó Dumas.

- Simplemente porque en uno de sus recientes libros, titulado "Montevideo ou une Nouvelle Troie", violentamente sugestionado por los implacables enemigos de mi tío Rozas, me describe usted a mí como una salvaje que trepa a los árboles con el pelo suelto, profiriendo gritos desaforados, a modo de india brava. Todo ello es falso, maestro, y ha sido usted sorprendido en su buena fe.

Alejandro Dumas, sin inmutarse en absoluto, replicóle:

-¡Oh, señora; sepa usted que la historia no es más que un clavo en el cual cuelgo mis cuadros ( L'histoire, madame, n'est qu'un clou auquel j'accroche mes tableaux!)

También refería mi madre que una vez preguntáronle a Dumas como había ido a cenar a casa de ciertas personas que tenían fama de ser muy pesadas en su conversación.

-No me aburrí - contestó el gran escritor -, porque estaba allí yo ( Je ne suis pas ennuyé; j'y étais)

Historia contada por el tercer hijo de Eduarda Mansilla de García, Daniel García-Mansilla, en su libro "Visto, oido y recordado" Apuntes de un diplomático argentino, publicado por Editorial Guillermo Kraft, en Buenos Aires, en el año 1950.

domingo, 15 de febrero de 2009

María Rosa Lojo, habla sobre la edición académica de la novela "Lucia Miranda" de Eduarda Mansilla y otros temas afines.

María Rosa Lojo estuvo en Mendoza una vez más. Entrevistada por nuestro suplemento, habló sobre su trabajo más reciente: la reedición académica de “Lucía Miranda”, la novela de Eduarda Mansilla.

Recientemente pasó por Mendoza invitada a dos congresos que se celebraron en la Universidad de Cuyo: el de Literatura Argentina y el de Literatura Comparada. En el primero participó como investigadora y como escritora, y en el segundo, en la mesa de escritores, para hacer lectura pública de textos propios, lo que, señala, “motiva mucho a quien escribe, y tiene una repercusión intensa en el público”.

María Rosa Lojo es una asidua visitante de nuestra provincia y destaca que le gusta venir a la Universidad de Cuyo, entre otras cosas, por “su ambiente hospitalario, el alto nivel académico” y también por “las amistades que he ido haciendo a lo largo de años”.


No oculta el entusiasmo que le provoca que Sudamericana esté a punto de reeditar su novela “Una mujer de fin de siglo”, la cual, además, ha sido recientemente publicada en Estados Unidos por la editorial Stockcero.

La figura de Eduarda Mansilla, escritora argentina del siglo XIX, parece tener especial peso en estos días en la trayectoria de María Rosa Lojo, quien ha tenido a su cargo también la reedición de “Lucía Miranda”.

-Estuviste estrechamente vinculada al proyecto de relanzar la novela de Eduarda Mansilla. ¿Cómo fue este trabajo?

-Fui la directora de esta reedición, surgida de un proyecto de investigación coordinado por mí en la Universidad del Salvador. En una primera etapa el equipo de investigadores estuvo integrado exclusivamente por profesoras del Salvador. Luego nos presentamos a un PIP (Proyecto de Investigación Plurianual) del Conicet, con un plan más amplio, para terminar la edición de la “Lucía Miranda”, y publicar textos inéditos u olvidados de los dos hermanos Mansilla. Lo ganamos, y en esta etapa se nos unió la profesora e investigadora Hebe Molina, del Conicet y de la Universidad Nacional de Cuyo. Logramos terminar esa reedición, que ha salido hace poco por la prestigiosa editorial Iberoamericana/Vervuert, en la Colección de Textos Coloniales y de la Independencia, dirigida por Karl Kohut y Sonia V. Rose (quien por cierto hizo en la Universidad de Cuyo su carrera universitaria).

Nuestro trabajo consta de una densa introducción, en la que no sólo se abordan la novela propiamente dicha y la vida, obra y contexto histórico social de Eduarda Mansilla, sino que se sigue la construcción y trayectoria del mito de Lucía Miranda, la cautiva blanca.

Éste se origina en un episodio de La Argentina manuscrita (1612), primera crónica rioplatense cuyo autor fue Ruy Díaz de Guzmán, nieto de Domingo de Irala y de una de sus mujeres aborígenes (Eduarda también descendía, por vía materna, de esta pareja fundadora, un dato muy significativo que nos proporcionó su tataranieto, Manuel R. García-Mansilla).

Desde 1612 hasta 1929 el episodio de Lucía Miranda, que funciona como un verdadero "mito de origen" rioplatense, el relato, es reelaborado muchas veces, por historiadores, por dramaturgos, por poetas, por novelistas, y adquiere inflexiones distintas según el contexto de época, los intereses en juego, y por supuesto, la estética y la posición personal de cada narrador. Si en algunas versiones los indios son villanos en otras -particularmente las uruguayas- se los reivindica como precursores de la independencia americana. En 1860 no sólo aparece en la Argentina la novela de Mansilla, sino otra, del mismo nombre y asunto, pero de distinta poética, de Rosa Guerra. Hasta hay un drama inglés, escrito por Thomas Moore (no es uno de los famosos Moore, sino un dramaturgo de tercera o cuarta línea) que se llama "Mangora, King of the Timbusians" (1718), analizado también en el prólogo, y que dio gran trabajo localizar. La introducción tiene un glosario especial (sobre todo destinado a informar a los lectores extranjeros sobre hechos y personajes argentinos), tiene Apéndices, con cartas cruzadas entre Eduarda y Vicente F. López, con críticas de la época sobre las dos Lucías de 1860, entre otras cosas, y por supuesto, una extensa bibliografía. También hay un pormenorizado análisis ortográfico y gramatical de la novela. Y todo el texto de la misma está acompañado por muchas notas históricas y léxicas, además del cotejo de variantes estructurales entre la edición del diario La Tribuna y la primera edición en libro de 1882, que tomamos como texto base. Lo más arduo fue localizar en la obra de cada uno de los autores citados, los epígrafes que suelen acompañar cada capítulo. A pesar de su juventud (tiene 26 años cuando se publica este libro), Eduarda cuenta con una vasta enciclopedia cultural, y conoce muy bien a los escritores clásicos y románticos. También se ha documentado seriamente en las fuentes historiográficas y antropológicas de las que se disponía en la época. Lucía Miranda no es seguramente su mejor novela, pero sí una apuesta muy ambiciosa, donde aparecen relatos dentro de otros con reverberaciones especulares, a la manera de una narración en abismo.

-La reedición de esta novela parece poner en juego dos figuras clave en el proceso reivindicatorio de la mujer: por un lado, "la cautiva"; y por el otro, en la figura de Eduarda Mansilla, la mujer como "escritora" e "intelectual". ¿Qué podés decir al respecto?

-La "cautiva" en el relato de Mansilla sólo es tal cuando se llega al final de la historia. Antes, la novela le otorga un pasado en la España imperial de Carlos V, una historia y una densidad psicológica de la que carecía el episodio fundador de Ruy Díaz de Guzmán. Lejos de estar confinada al papel de víctima pasiva, la Lucía mansilliana ha sido siempre una mujer libre, capaz de tomar voluntariamente decisiones que cambian el rumbo de su vida, como el viaje a las Indias. Es un activo sujeto histórico, que desempeña en la nueva tierra, desde que llega, un papel clave como intérprete, mediadora y educadora, no inferior, en importancia ni prestigio, al papel épico de los héroes masculinos guerreros, y como lo enfatiza la voz narrativa, mucho más humano. La Lucía de Mansilla ha recibido una educación en el Viejo Mundo. Es una mujer letrada, que maneja la lectura y la escritura y puede transmitirlas a otros. Su sensibilidad y su templanza no excluyen un coraje que la lleva a afrontar valerosamente la muerte, porque opta, con toda deliberación y conciencia, por el amor de su marido Sebastián.

En este personaje Eduarda Mansilla expresa un ideal femenino, y una aspiración respecto al rol que las mujeres debían ejercer dentro de la nueva sociedad modernizada, posterior a Caseros. Aunque la historia de amor entre Lucía y los dos caciques que se enamoran sucesivamente de ella, no podía sino terminar trágicamente, por tratarse -en una novela romántica rioplatense- de un amor adúltero, la visión que Mansilla tiene de los aborígenes no los deshumaniza ni es condenatoria. Su novela es el primero de los textos literarios inspirados en el episodio de Ruy Díaz, donde se marca expresamente que las relaciones entre españoles y aborígenes, a pesar de los conflictos, dieron como resultado una sociedad mestiza, y que los indígenas son también un elemento fundador de la nación argentina. Así, a la masacre de Sancti Spiritu y a la destrucción del fuerte, sobrevive sin embargo una pareja interétnica: la formada por Anté, timbú, ahijada y discípula de Lucía, y por el soldado español Alejo, su prometido. Toda una posición en un momento de arduo debate acerca de la manera en que debían ser considerados los pueblos originarios en la Argentina moderna.

-Podrías explayarte un poco acerca, justamente, de estas mujeres, como Eduarda o Rosa Guerra, que aparecen en Argentina, digamos, como los primeros ejemplos de la lucha reivindicativa de las mujeres?

-Desde la aparición de La Aljaba, en 1830, el periodismo femenino ocupa un lugar significativo en el panorama del siglo XIX. Las mujeres quieren expresarse y lo hacen, a pesar las burlas desalentadoras y los obstáculos económicos. No se puede decir que Eduarda Mansilla y sus contemporáneas hayan sido sufragista, al estilo anglosajón. Las habrá más tarde, en nuestra sociedad criolla. Pero todas las escritoras, más audaces, o más tradicionalistas, coinciden en un reclamo por la ilustración femenina, que no dejan de hacer oír, y también coinciden en su posición contraria a la violencia estéril de las guerras civiles. Gorriti, Juana Manso, Rosa Guerra, Eduarda Mansilla y muchas otras, representan una voluntad creadora y una búsqueda de protagonismo cultural y educativo que podía conducirlas a una creciente injerencia en los asuntos públicos.

-¿Estás trabajando en alguna nueva novela? ¿Cuáles son, en este sentido, tus proyectos actuales?

-Acabo de entregar un libro en el que estuve trabajando varios años y que saldrá en octubre por editorial Sudamericana. Es una colección de cuentos sobre los santos populares argentinos (los no canonizados o reconocidos por la Iglesia, con excepción de dos casos, que sí tuvieron el aval eclesiástico: Ceferino Namuncurá y el cura Brochero). Va precedido de un prólogo donde se enmarca este fenómeno desde la reflexión antropológica, pero es, como libros míos anteriores (Historias ocultas en la Recoleta, Amores insólitos), un texto literario, donde santos y santas son abordados desde distintas miradas creativas. Hay algunos de la zona cuyana, como la Difunta Correa (el cuento que le dediqué apareció en Los Andes hace unos meses), y Santos Guayama.

-Y volviendo a la cuestión de género, ya que se avecinan las elecciones y hay una candidata mujer con grandes posibilidades de quedarse con la Presidencia... ¿cuál es tu opinión al respecto y cuáles tus expectativas?

-Las mujeres pueden ser tan buenas o tan malas presidentas como los varones. Nos planteamos esa cuestión porque no tenemos asimilada o naturalizada la idea de que una mujer ejerza la primera magistratura del país. Por mi parte, deseo que haga el mejor gobierno posible, sobre todo porque si fracasa, desdichadamente ese fracaso cargará encima de todo el género. No sucede lo mismo con los hombres. Si un gobernante varón resulta malo, se le echa la culpa como individuo. Pero si es una mujer, es muy probable que se saque la conclusión de que "las mujeres" son incapaces de gobernar.

Por Ariel Búmbalo.
Sábado, 18 de agosto de 2007. Diario "Los Andes" de la ciudad de Mendoza. Suplemento de Cultura.

sábado, 14 de febrero de 2009

Eduarda Mansilla. Una mujer de fin de siglo. Edición académica.

Celebramos la decisión de la editorial Stockcero, de publicar una edición académica de la novela "Una mujer de fin de Siglo" escrita por la distinguida escritora María Rosa Lojo,la que sin dudarlo es la mejor edición de las cuatro publicadas hasta la fecha.

En la novela "Una mujer de fin de siglo" publicada originariamente en el año 1999, Maria Rosa Lojo evoca las décadas posteriores a la Argentina gobernada por Juan Manuel de Rosas (quien gobernó desde 1829 hasta ser derrocado en 1852), en las que el país inicia su marcha hacia la modernidad impulsado por la ideología y las aspiraciones de la nueva clase dirigente.

Su protagonista, la escritora Eduarda Mansilla de García, era hermana de Lucio V. Mansilla, el autor de "Una excursión a los indios ranqueles", y sobrina del Restaurador. Su esposo, Manuel Rafael García Aguirre, diplomático de carrera, era un convencido republicano.

La novela presenta el drama de esta mujer de elevada cultura y manifiesto talento literario y artístico, cuya pertenencia a la clase privilegiada y hermosura destinaban al lujo y al éxito social, pero a quien la sociedad argentina de su tiempo le hizo pagar muy caro su vocación de escritora. Lojo construye su personaje entretejiento textos de ella (Recuerdos de viaje, Creaciones) así como las memorias de su hijo Daniel García-Mansilla (Visto, oído y recordado), con textos de su propia creación. Se adentra en los pensamientos y conflictos íntimos de Eduarda Mansilla, haciéndola hablar con su propia voz, ya sea citada o imaginada, en la primera parte del libro.

En la segunda, el personaje es visto desde la perspectiva de su joven secretaria francesa, Alice Frinet. Ella comprende la tortura psicológica de Eduarda Mansilla quien, para poder realizarse como persona y como escritora, abandonó a su esposo y a sus hijos y regresó a Argentina, luego de vivir largos años en Estados Unidos y en Europa, acompañando a aquél en sus distintos puestos diplomáticos.

Eduarda Mansilla de García fue víctima de la maledicencia y de la falta de reconocimiento en el medio literario, pero también la asediaron sus propios sentimientos de culpabilidad, lo que tal vez explique el haber pedido en su testamento que no se reeditaran sus obras.

En la tercera parte de la novela, oímos la voz de Daniel, el hijo que más cerca estuvo de ella, no sólo por su afecto sino por compartir y apreciar su vocación literaria.

La creación de una memoria y una identidad colectiva de la mujer argentina se va realizando a través de novelas como ésta, en la que Lojo ha logrado reconstruir un mundo que ya sólo vive en la literatura, donde las figuras literarias y artísticas más sobresalientes de la época, en Argentina y en Europa, conviven con sus personajes ficticios. Una mujer de fin de siglo es un excelente texto para incluir en cursos sobre escritoras hispanoamericanas, sobre temas de género sexual y feminismo, y sobre la ficcionalización de las figuras históricas en la narrativa de nuestra época.

La introducción de la prof. Malva Filer (City University of New York), y las numerosas notas que esta edición incluye, la hacen accesible tanto a los estudiantes de subgrado como a los de Master y doctorado.

Edicion académica de Malva E. Filer
Editorial Stockceto. 2007. USA

lunes, 9 de febrero de 2009

Eduarda Mansilla, evocada por Rafael Pombo, distinguido poeta colombiano.

Este gran poeta, escritor y diplomático colombiano, considerado uno de los más grandes del romanticismo hispanoamericano y el más grande del romanticismo colombiano, nos dejó una de las más encantadoras semblanzas biográficas sobre Eduarda Mansilla, que tiene el color de quién admira el talento y la belleza de esta destacada escritora argentina y el valor de haber sido escrita por un contemporáneo que vivió diecisiete años en Estados Unidos, representando a su país como diplomático y quién por sus actividades afines, la diplomacia y su pasión por las letras, frecuentó con asiduidad al matrimonio García Aguirre, con quienes cimentó una gran amistad que duró toda la vida.

“Que la naturaleza es la madre artista y el modelo de los artistas, es antigua trivialidad, y parece confirmarse por la observación de aquella a semejanza de estos, o más bien a semejanza de ella, tienen su trabajo de abasto – ordinario, imperfecto y como farfullado por mano de los oficiales y no del amo - ; y su trabajo de amor y esmero, en el cual se proponen hacer por el honor de su firma”.

“La naturaleza vuelve entonces, como ellos a los mejores modelos, escoge los mas exquisitos materiales, combina las excelencias de gusto y de servicio, de vista y de uso: trabaja ella misma, sin consentir otra colaboración que la de Dios; y el resultado es desde luego una prenda sobresaliente, una joya de Exposición”.

“ A esta línea pertenece la señora Doña Eduarda Mansilla de García, esposa del actual Ministro Argentino en Washington, ya conocido de nuestros lectores por su ilustradora pluma”

Extracto de la semblanza publicada en el diario “La Guirnalda” Nueva York. Año 1863.

sábado, 7 de febrero de 2009

Las mujeres de ayer y la lectura. Entrevista a Lily Sosa de Newton.

Lily Sosa de Newton, Presidenta de la Asociación Argentina de Lectura, integra desde el lº de junio de 1998, la Academia Argentina de la Historia como miembro correspondiente por la Provincia de Buenos Aires.

En el acto de incorporación leyó un trabajo sobre «Las mujeres en la conquista del desierto». Mujeres argentinas, la mayoría desconocidas, que, como otras, abrieron caminos en tiempos en que ciertas actitudes, o el acceso a actividades tácticamente vedadas, se tornaban difíciles y eran objeto de severas críticas.

Por su idoneidad en la temática, preguntamos a Lily:

¿Cuándo y cómo las mujeres, en nuestro suelo, aparecen en algunas situaciones significativas en relación con la lectura?

Aunque muchas mujeres eran iletradas pues se consideraba que solo debían ser buenas madres y amas de casa, las que sabían leer lo hacían, a veces a escondidas, deleitándose con obras que no eran precisamente las recomendadas para el sexo femenino. Sabemos, a través de periódicos de comienzos del siglo pasado, que las mujeres los leían y que, además, se reunían varias amigas para hacer una lectura colectiva, comentarlos y enviar sus opiniones al editor con la esperanza de verlas publicadas, como a veces ocurría.

Esas mujeres que tuvieron el privilegio de leer, en su niñez, ¿qué leyeron?

En cuanto a libros para niños, solo existían libros españoles y algunas traducciones del francés y del inglés, de autores que cultivaban este genero en Europa. Por ejemplo, Madame Leprince de Beaumont, autora, en el siglo XVIII, de la famosa "La bella y la Bestia", que dio la vuelta al mundo. También la francesa Gyp, que publicó "El pequeño Bob", y la Condesa de Ségur, que en 1864 dio a conocer otro libro muy popular, "Las desgracias de Sofia", que leyeron todos los chicos de la época.

Entre nosotros, en 1869 se publico "El tesoro de las niñas", del chileno José Bernardo Suárez, que utilizaba mucho material traducido de la Condesa de Segur, con lecturas moralizadoras, usado en las escuelas. También se leían traducciones de Charles Dickens, "La cabaña del tío Tom", de la norteamericana H. Harriet Beecher Stowe, y que hizo llorar a varias generaciones, algunas novelas de la española Fernán Caballero, recomendadas para niñas, y "Corazón" de Edmundo de Amicis.

¿Quiénes, en nuestro país, puede considerarse pioneras de la literatura infantil?


Entre nosotros, las pioneras de la literatura infantil fueron Eduarda Mansilla de Garcia con su libro "Cuentos", publicado en Buenos Aires en 1880, y un cuarto de siglo después Ada María Elflein, quien comenzó escribiendo relatos en La Prensa en 1905, de índole histórica y tradicional y publicó varios libros. Ambas eran excelentes escritoras.

Muchos relatos de Ada María Elflein integraron los libros de lectura de aquel entonces, (que otras autoras pueden recordarse en esta línea de literatura escolar?

Comenzaron a aparecer, a comienzos del siglo, libros de lectura escolar, que en obra de un solo autor o, en otros casos, antologías de poesías y prosa. En aquellos años, Elina González Acha de Correa Morales publicó dos libros, "Isipós e Isondú", muy buenos intentos de inducir a los chicos a leer cosas nuestras. Fue premiada en Estados Unidos, en 1904, por su obra. Carlota Garrido de la Peña, docente y escritora, tuvo la idea de hacer una versión local del libro de De Amicis y publicó "Corazón Argentino" en 1913, recomendado por el Consejo Nacional de Educación y que recorrió las escuelas del país con gran aceptación y varias ediciones de la conocida editorial Cabaut y Cia. Otras escritoras de este siglo se preocuparon de dar a los chicos libros que les hiciesen amar la lectura y que les brindasen temas argentinos. Delfina Bunge de Galvez, Ernestina Lopez de Nelson, Cecilia Borja y otras hicieron considerable aporte, no solo a la literatura en general sino para los chicos, que mostraban gran avidez por la lectura.

¿Cuál fue el aporte de las maestras norteamericanas venidas por iniciativa de Sarmiento?

Estas docentes de solida formación profesional introdujeron desde el primer momento los métodos utilizados en las escuelas normales de su país, tanto para la estricta alfabetización, punto esencial como otras novedades desconocidas aquí: gimnasia, higiene, música, contacto y amor por la naturaleza. Llegar a leer y escribir correctamente era tan importante como mostrar respeto hacia superiores y compañeros. El amor por los libros y el cuidado que se les debía era un principio seriamente cultivado, según referencias familiares sobre la Escuela Normal de La Plata.

¿Centraron su producción en lo didáctico?

No se conocen obras literarias de estas docentes norteamericanas, por lo menos publicadas en nuestro país. Dos de ellas escribieron libros donde relataban sus experiencias en estas tierras que les resultaban tan extrañas. Todas ellas redactaron reglamentos y programas, como parte de la labor que se les encomendara, y sin duda dejaron proyectos de clases. observaciones e informes, que estarán en los respectivos archivos.

Las maestras que se formaron bajo su tutela sí produjeron libros y artículos sobre temas literarios y técnicos, pero aquella enseñanza fue de un gran impacto intelectual que muchos años después aun se nota como resultado positivo de aquel viejo normalismo que revolucionara la enseñanza argentina.

Entrevistó: María Ruth Pardo Belgrano
Publicado por: Asociación Argentina de Lectura

viernes, 6 de febrero de 2009

Argentinas de Rosas a Perón. Una obra de María Gabriela Mizraje.

Perfume de mujer.

Argentinas. De Rosas a Perón es algo más que una investigación concienzuda sobre once escritoras de nuestro país. Es, ante todo y tal como lo manifiesta María Gabriela Mizraje, un acto de amor hacia la literatura y también hacia la patria.

En este ensayo exhaustivo y apasionado la autora analiza, indaga y hasta se diría que exprime la obra de Mariquita Sánchez, Juana Manso, Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla, Emma de la Barra, Alfonsina Storni, Norah Lange, Victoria Ocampo, Beatriz Guido, Alejandra Pizarnik y Griselda Gambaro para rescatar sus palabras del olvido y confrontarlas en un diálogo renovado.

La elección de estas escritoras -que forzosamente deja afuera a otras- obedece a que sus textos poseen una dimensión que no se limita estrictamente a lo literario, pues siempre participan, de manera más o menos indirecta o velada, de la construcción de la nacionalidad. Desde la mantilla de Mariquita Sánchez hasta el pañuelo blanco de Hebe de Bonafini -observa Mizraje-, hay una serie de mujeres dispuestas a no ocultarse y que no temen ser develadas porque tienen algo que decir y han decidido hacerlo.Que en el título aparezcan dos apellidos tan cargados de poder como los de Rosas y Perón no deja de ser significativo; ellos han actuado como síntesis y condensación de la historia argentina -el otro referente indiscutido es Sarmiento-, como disparadores de odios y de amores perceptibles en los textos de estas mujeres, aun cuando no todas ellas fueran sus contemporáneas. Pero también es posible leer en ese título la presencia oculta de otro hombre cuya obra y enseñanzas dejaron una huella indeleble en el trabajo de Mizraje: se trata de David Viñas, de quien la autora ha sido estrecha colaboradora. Cuando Viñas subtitulaba De Sarmiento a Cortázar su libro Literatura argentina y realidad política indicaba un recorrido de lectura pero a la vez proponía encuentros y oposiciones entre todos los escritores comprendidos en ese arco. En el texto de Mizraje ocurre algo similar.

Como en un juego de espejos, una misma condición de clase y de destino intelectual hermana a Victoria Ocampo con Eduarda Mansilla, mientras que la afasia sintáctica de las cartas de Pizarnik es correlativa a la lengua con tortícolis de Victoria.

El género sexual deja sus marcas en la lírica de Norah Lange y de Alfonsina, en tanto que un mismo destello de crueldad asoma en las páginas de Beatriz Guido y de Griselda Gambaro.Tematizada o no, la condición femenina aparece como una determinación ineludible que hace exclamar a Juana Manuela Gorriti que nada hay más despiadado para una mujer como su sexo, y a Griselda Gambaro que conseguir que se haga justicia es duro para todos, pero doblemente para una mujer.

Por presencia u omisión, porque constituye un deber asumido como en el caso de Mariquita Sánchez, una transgresión en el caso de Alfonsina o un deseo frustrado en el de Victoria y el de Norah Lange, la cuestión de la maternidad las afecta a todas en lo personal y aparece problematizada en sus obras. Sin embargo, contrariamente a lo que se puede suponer, la consideración del género no parece ser el punto de llegada del estudio de Mizraje. Su postura es muy lúcida al respecto: Una literatura que debe señalar todo el tiempo el propio sexo para que no quepan dudas acerca de la condición femenina es también, otra vez, una literatura insuficiente.

Antes insuficiente por no poder decir, luego insuficiente por no poder decir sino eso. Por exceso o por defecto. La literatura realizada por mujeres debe enfrentar el desafío de la síntesis y la integración de sus sentidos.Más que como objeto de estudio sometido a la luz cenital de la crítica, las escritoras son presentadas bajo todos los matices de sus obras; matices a los que se suman referencias contextuales, críticas y opiniones ajenas de las que las mujeres se defienden, con las que polemizan o bajo las cuales encuentran amparo.

Mizraje no duda en proponer hipótesis audaces que a veces exceden la prolijidad de la crítica, ni tampoco en arriesgar valores a la hora de hablar de sus autoras. El suyo es un ejercicio de lectura combativo y enfático, que adopta una posición y la defiende. Con la seguridad de quien ha recorrido las obras hasta agotarlas -pues es evidente que no ha dejado texto sin examinar- se mueve con más comodidad en el terreno de las aseveraciones rotundas que en el de conjeturas.

De Alfonsina dirá que lo que se lee es la potencia sexual; de Juana Manuela Gorriti afirmará que fue transgresora, pero no marginal; en Nosferatu, la pieza teatral de Griselda Gambaro, advierte que la argentinidad y la sexualidad aparecen en el límite de lo vampiresco. Más allá de las palabras, buscará las intenciones, los reclamos, las quejas mudas. Los resquicios por donde las voces femeninas quieren ser escuchadas y atendidas. A propósito de Norah Lange adivinará el gesto e imaginará una escena: Norah nos está diciendo que su vida de artista hubiera sido decididamente distinta sin la presencia de esos dos hombres. Borges y Oliverio sostienen su mano, y en esa presión suave la escritora crece, la mujer sufre y se ríe.

No son ideas lo que falta en el libro de Mizraje. Por el contrario, ellas parecen brotar de los textos analizados de manera asombrosa, otorgándole al estudio una fluidez que está lejos de los acartonamientos monográficos. Pero metida de lleno en las obras y desbordada por todo lo que de ellas tiene para decir, omite algunas consideraciones de carácter biográfico que serían útiles para los lectores que no están suficientemente informados acerca de ciertas circunstancias de la vida de las escritoras que contribuye a sacar del olvido. Si lo que se conoce sobre el destino de Victoria Ocampo o de Alfonsina Storni basta para comprender las interpretaciones que Mizraje despliega, no sucede lo mismo con las figuras de Juana Manso y Emma de la Barra.

Por otra parte, la capacidad operativa de algunos de sus argumentos no funciona siempre de la misma manera; en algunos casos las ideas alcanzan el rango de hipótesis eficaces, de principios ordenadores que estructuran una posible lectura; en otros surgen como meras ocurrencias, destellos ingeniosos producto de una mente abierta y ágil que a veces cae en el regodeo de sus propios hallazgos verbales. Esa capacidad para el descubrimiento de cruces y analogías es la que la pone frente a una revelación que ha permanecido oculta ante los ojos de la crítica: el cuento El ramito de romero, de Eduarda Mansilla, como precedente casi exacto de las visiones contenidas en El Aleph de Borges; queda claro que en ambos autores se postula una teoría del tiempo idéntica.

JORGELINA NUÑEZ,
Publicado en el Diario "El Clarín" de Buenos Aires, Argentina el 12 de marzo del 2000.-