
En su relato emerge una Pampa inmensa,inimaginable para unos ojos habituados a la montaña, donde Rodrigo, el primo de Maman, refinado dandy de salón, se ha vestido sin embargo para guiarlos como un "cavalier de la Pampa". Guillemette conoce ahora de primera mano el asado y el mate, come y duerme en un rancho de estancia, se sienta en una cabeza de vaca, escucha a la puestera contar historias que se vinculan estrechamente con las leyendas bretonas que le son familiares: en ambas hay espíritus que flotan sobre las lagunas, o los saltos de agua, y en ambos casos también son los de las razas autóctonas vencidas: celtas o guaranies. La Pampa que Guillemette testimonia ya no es la tierra dramática que narrara su abuela. No es un enigma violento explicado para europeos, sino un bello, interesante objeto exótico, casi ornamental, depositado con exquisita precaución en un estuche de terciopelo, como una joya de familia.

FUENTE: María Rosa Lojo, "El imaginario de las Pampas en francés"