Es que la Yankeeland evocada con ironía en Recuerdos de viaje, también resulta ser el país por excelencia de la autodeterminación y la autoestima femeninas: “La mujer americana practica la libertad como ninguna otra en el mundo, y parece poseer una gran dosis de self-reliance”. Dos son sus ámbitos, que parecen opuestos, pero que, desde el análisis de Eduarda están unidos por un hilo secreto. Las solteras tienen la calle, la vida pública, el desprejuiciado flirt.
Las madres reinan en el home. Las muchachas yankees tienden a adornarse en exceso, y a pesar de ser delgadas, comen y beben también en abundancia (“como héroes de Homero”) manjares no precisamente delicados (leche y tortugas de tierra en vez de crema y plantillas).
Pero esta desmesura “antifemenina” las lleva también hacia ámbitos vedados para las mujeres de otras culturas: los viajes, que pueden emprender sin compañía, la libre elección amorosa, la frecuentación personal no vigilada durante los noviazgos o relaciones sentimentales, la posibilidad –sin deshonra- del divorcio; el trabajo profesional. Frente al divorcio, Eduarda (que en el momento de la escritura estaba en la práctica separada de su marido), insinúa una simpatía o comprensión prudentes: “La familia, tal cual hoy existe –predice con clarividencia- habrá de pasar, a mi sentir, por grandes modificaciones, que encaminen y dirijan el espíritu de los futuros legisladores, para cortar este moderno nudo gordiano.” Ante el trabajo profesional femenino no encuentra sino elogios. Es el ansiado reemplazo de la “cruel servidumbre de la aguja” por la libertad de la pluma. No parece mucho, para el criterio actual, lo que esas reporters norteamericanas habían logrado: encargarse de los artículos edificantes en los periódicos dominicales, traducir los anticipos de nuevos libros extranjeros, ser cronistas de modas en las fiestas sociales. Sin embargo, tales funciones pagas (a las que no accedían entonces las literatas porteñas) tienen para Eduarda un alcance sutil: el de constituirse en formadoras de opinión. “Las mujeres –afirma- influyen en la cosa pública por medios que llamaré psicológicos e indirectos”, uno de los cuales es el periodismo.
EDUARDA MANSILLA: UNA VOZ FEMENINA PARA LA NACIÓN MODERNA. Publicado por la revista "Todo es Historia"